lunes, 4 de agosto de 2008


“Hace días que no salgo al sol…”
Caballeros de la Quema.



Tiempo.

Hace horas que estás mirando esa luz tenue que despide la lamparita en el escritorio.
Hace un rato largo que se escucha el tic-tac del reloj; que ves esfumarse los segundos y los minutos; que apoyás la cabeza sobre las manos; que cambiás la postura en la silla; que fantaseás una genialidad que te saque de ese cuarto de mala muerte, rentado por pocas monedas en un barrio bajo de la ciudad, para que te inspire a la nada que lograste escribir hasta el momento.
Soñás la muerte en la miseria, como creés que mueren los grandes y te imaginás un cuadro de historia entre los libros que enseñan la gloria a las generaciones del futuro.
Estás esperando ese ruido extraño que dispare la pluma muerta de sueño, esa que te suplica piadosa dejar todo para mañana cuando -tal vez- despiertes un poco lúcido.

Ya no hay café en la taza…

Las pocas ideas que se te ocurrieron descansan sin sentido amontonadas en un cuaderno y no lográs unirlas para contar una historia que valga la pena.
Por lo menos te queda algo de dignidad para no caer tan bajo y empezar a garabatear vergüenzas inentendibles, para presentarlas como una gran obra y jugar al intelectual superado que le achaca al populacho el no saber comprender los grandilocuentes textos de la paqueta sociedad literaria.

Otra hora se fue…

Deseás que el vidrio de la ventana muestre una noche lluviosa y fría pero te volvés pequeño y débil cuando ves la luna hermosa y palpás la temperatura agradable.
Afuera la ciudad se mueve y los intelectuales de carne y hueso (esos que tanto admirás) se emborrachan en bares con sus mujeres y amigos, dejando para otro momento las grandes esferas del pensamiento.
Hoy solo se discute sobre banalidades y tácticas para darle mayor rosca a la bola blanca en un partido de pool, mientras el humo empieza a enviciar el aire irrespirable y la mesera morocha se pasea irresistible entre el genterío…

¡Idiota!. ¿Cuándo vas a cesar de una vez con esa tonta idea de “sentarte a trabajar”?. ¿Qué famoso editor está esperando tus escritos desesperadamente mientras maldice a los escritores por su bohemia irrenunciable? ¿Qué mujer atontada te llamó para que le susurres al oído los primeros párrafos de su última novela, sentada en un sillón, muerta de amor? ¿Cuánto tiempo pensás que le llevó a tu última novia el primer vaso de tequila antes de empezar a olvidarte, bailando desenfrenada en un bar?

Una sombra ligera te cuenta al oído y de pasada, lo mucho que te estás mintiendo últimamente…

Ahora quiero que te incorpores de un golpe, tires con fuerza esa lapicera y salgas a la puerta a fumarte un cigarrillo.
Quiero que entiendas que hoy no es la noche para esto y te dediques un poco a vos mismo.

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